martes, 24 de junio de 2008

SIDA, ¿NADIE SABE NADA? ¿NADIE VE NADA?


En noviembre de 1997, a raíz de la publicación en algunos medios de ciertas informaciones polémicas que ponían en duda los actuales puntos de vista oficiales sobre el Sida, (desde la idoneidad de los tratamientos hasta la propia existencia del virus VIH), el diputado del BNG, Francisco Rodríguez Sánchez, dirigió una interpelación parlamentaria por escrito a la Mesa del Congreso de los Diputados, para conocer la postura de las autoridades sanitarias españolas sobre el particular.
Ese mismo año, y a iniciativa de una publicación española, se enviaron cartas a distintos organismos oficiales relacionados con la sanidad, (desde el propio Ministerio de Sanidad al Consejo General de Colegios Médicos, organismo similar de farmacéuticos, etc.), indagando por la existencia de pruebas sobre la existencia del VIH.
No hubo respuesta a dichas cartas y la dada al diputado del BNG consistió en una reafirmación en lo es catecismo oficial de creyentes desde hace 25 años: “que el virus por supuesto existe”, que “se puede aislar de los enfermos”, “pudiéndose incluso medir su cantidad mediante ciertas técnicas”, que los tratamientos son “eficaces y recomendables”, etc., y que “no tenía sentido ningún debate público sobre estos hechos tan evidentes”.
Pues bien, se da la casualidad de que entre los que no parecen tener las cosas tan claras como las autoridades sanitarias, se encuentran precisamente las propias compañías farmacéuticas que fabrican y comercializan los tests con los que se supuestamente se detecta la infección por VIH a las personas.
Estas compañías, como que conocen muy bien las dificultades que entraña la detección de un virus sobre cuyo aislamiento existen importantes lagunas científicas, han decidido curarse en salud y lavarse las manos, nos imaginamos que ante posibles demandas judiciales, al extremo de advertir, en los prospectos de instrucciones de los tests, de la imprecisión de estos tests a la hora de detectar la presencia del VIH.
Pero es aún más interesante, por las importantes implicaciones que tiene, la explicación que dan para esta falta de sensibilidad de los tests de VIH.
Recordemos que los principales tests que se vienen usando para la detección del VIH son el test ELISA y el test Western Blot, que detectan supuestamente anticuerpos contra el VIH. Otro test usado muy frecuentemente es el test de “carga viral”, que mide supuestas cantidades de virus VIH.
Así, la compañía Abbott, uno de los fabricantes del test ELISA, declara: “La prueba ELISA sola no puede ser usada para diagnosticar Sida, incluso si la investigación propuesta con muestras reactivas sugiere una alta probabilidad de que los anticuerpos VIH-1 estén presentes” (Abbott 1997).
Por su parte el prospecto de uno de los kits de W. Blot, test considerado en España como el test de confirmación y prohibido en el Reino Unido por poco fiable, advierte:”No usar este test como la única base para el diagnóstico de la infección por VIH” (Epitope Organon-Teknika).
De forma parecida, el prospecto que acompaña al tan frecuentemente usado test de “carga viral” advierte: “El Amplicor VIH-1 Monitor test no está previsto para ser usado como un test de exploración para el VIH ni como un test de diagnóstico para confirmar la presencia de infección por VIH” (Roche 2003).
Habrá quien piense que esas advertencias, por lo que respecta al test ELISA y al W. Blot, obedecen al hecho de que, en España y otros países, es necesario, para el diagnóstico de infección por VIH, dar positivo en ambos tests, sin embargo parece que los tiros no van por ahí, ya que la explicación de Abbot va mucho más allá, estableciendo de forma clara e inequívoca: “En la actualidad no hay estándar reconocido para el establecimiento de la presencia o ausencia de anticuerpos VIH-1 en sangre humana. Por tanto la sensibilidad fue calculada basándose en los diagnósticos clínicos de Sida y la especificidad en donantes aleatorios” (Abbott 1997).
¿A qué se refiere la compañía Abbot cuando reconoce que “en la actualidad no hay estándar reconocido para el establecimiento de la presencia o ausencia de anticuerpos VIH-1 en sangre humana”? Abbot sencillamente está admitiendo la invalidez de los tests para detectar el VIH pues, al admitir que no existe estándar reconocido está reconociendo que falta el requisito indispensable para que estos tests sean mínimamente fiables Y es que en medicina clínica el único método válido para establecer la sensibilidad y especificidad –la validez en suma- de los tests virales indirectos, como es el caso de los tests de anticuerpos, es la comparación de los resultados del test con el estándar adecuado, que no es otro que la propia detección del virus en la sangre fresca, sin cultivar, de supuestos portadores o enfermos. Es decir, antes de usar en la población esos tests, debemos antes validarlos, asegurarnos de que son fiables, lo que implica que debemos comprobar que se encuentra el virus en un porcentaje significativo de las personas que han dado positivo a esos tests. De otro modo, ¿Cómo íbamos a poder asegurar que las personas que dan positivo a esos tests tienen el virus?
El único estándar válido, no solo para los tests de anticuerpos, sino para todos los tipos de tests virales indirectos, (sean tests que detectan antígenos –proteinas del virus- sean tests que detectan secuencias genéticas del virus, como el test de “carga viral”), es por lo tanto la detección del propio virus VIH en la sangre de las personas.
El reconocimiento por parte de Abbott de que no hay estándar reconocido, o –lo que es lo mismo- el reconocimiento de que no se encuentra virus en la sangre fresca de las personas, (ni siquiera para poder hacer estas elementales comprobaciones de los tests con los que precisamente se le diagnostica a las personas la condición de “portador” o “infectado” por el VIH), supone algo inaudito en unos tests que se han venido usando durante más de 20 años para diagnosticarle infección por VIH a muchos miles de personas, algo que muy posiblemente abra la puerta a muchas demandas judiciales.
¿Y porqué no se encuentra el virus en las personas? ¿Tiene lógica que hablemos de un virus que se transmite por sangre pero que al mismo tiempo sea imposible encontrarlo en la sangre de las personas, con la tecnología actual, presupuestos millonarios y un ejército de investigadores en la labor?
Inevitablemente acude a la mente lo sucedido hace años durante la Conferencia Internacional de Sida de Ginebra, cuando el Dr. Ho, una de las eminencias mundiales del VIH, reconoció ante las preguntas del periodista Huw Christie que, después de más de 20 años, no existía una sola fotografía al microscopio electrónico del VIH, tomada a partir de la sangre fresca de enfermos o supuestos portadores.
Al no haberse hallado nunca el VIH en la sangre fresca de ningún ser humano, con o sin Sida, no sólo nos encontramos ante un argumento incontestable en contra de que este supuesto virus sea el causante de ningún proceso transmisible, (la primera condición de las enfermedades transmisibles es que el supuesto agente causal debe ser hallado en todos y cada uno de los casos de la enfermedad, en su sangre fresca o tejidos sin cultivar, se entiende), sino que nos encontramos ante un argumento muy sólido en contra de que este supuesto virus exista, (salvo que asumamos que es un virus invisible o que produzca la enfermedad por control remoto).
Y acude nuevamente a nuestra memoria otro suceso singular, del cual los medios de comunicación se cuidaron muy bien en informarnos: el famoso “Juicio por la sangre contaminada”, de Gottingen, Alemania, que tuvo lugar en 1995-97. En ese juicio, el virólogo Stefan Lanka invitó al tribunal a que “encontrara un solo científico que fuera capaz de comparecer para declarar bajo juramento y simplemente demostrar que el VIH existía y causaba el Sida”. A pesar de que el juicio había sido anunciado por los medios a bombo y platillo, de repente cesó toda información. ¿Qué pasó? Pues que, como el tribunal tuvo ocasión de comprobar, tal científico, capaz de comparecer para declarar bajo juramento que el VIH existía y causaba el Sida, todavía no había nacido, a pesar de los miles de ellos que acuden a los congresos de Sida y de los miles que viven del cuento del VIH.
Estos hechos no hacen más que corroborar los datos y argumentaciones que desde hace años se vienen presentando contra la Hipótesis VIH-Sida por parte de investigadores de mucho prestigio, como el retrovirólogo Peter Duesberg, (quien ya planteó en 1987 el carácter no infeccioso del Sida), o el epidemiólogo Gordon Stewart, (quien señaló hace años que la epidemiología del Sida no correspondía a la de ninguna epidemia infecciosa), o la biofísica australiana Eleni Papadopulos-Eleopulos, (quien llamó la atención en varias ocasiones –la primera en 1988- acerca de que el supuesto virus VIH no había sido aislado), o el Premio Nobel de Química de 1993 e inventor de la PCR, el bioquímico Kary Mullis, (quien denunció la imposibilidad de encontrar las simples referencias científicas de los supuestos trabajos que demuestran que el VIH causa el Sida). Y muchos cientos de investigadores más que, desde hace más de 15 años, piden un debate científico sobre el tema.
Todos ellos vienen siendo desde hace años censurados por los medios de comunicación y autoridades sanitarias nacionales e internacionales, aduciéndose, ironías de la vida, razones de “salud pública”.
Pero he aquí que ahora ya no son estos científicos, llamados “disidentes”, (quienes recientemente han sido comparados, en un artículo del “New York Times”, con quienes niegan el “Holocausto Judío”), sino las propias compañías farmacéuticas que fabrican y venden los tests más usados para diagnosticar la presencia del supuesto virus VIH en las personas, las cuales vienen a decirnos, (eso sí de forma encubierta, para evitar demandas y poder seguir con su venta), que el valor de los tests para detectar el VIH no es mayor que tirar una moneda al aire y que, en definitiva, eso del “virus del Sida” es más que dudoso.
En medio de este panorama surrealista, que convierte la actual visión oficial del Sida más en un cuento para niños que en una visión científica seria, la decisión de las autoridades sanitarias españolas de proceder a la realización de un registro que incluya a las personas supuestamente infectadas por el VIH, en el que se incluyen datos personales sin garantía de secreto o anonimato, a la vez que un nuevo atropello a los derechos elementales de las personas, supone un dislate más por parte de instituciones y personas, empeñadas año tras año, en permanecer en el limbo.

1 comentario:

Christian dijo...

Excelente, yo soy otro de los que ha dejado de tomar la "medicina" (veneno). Estoy muy bien, perfectamente bien. Otra cosa que aprendí fue que los CD4 ni siquiera se sabe para qué están en el cuerpo. Vamos, que esta mentira ya no tiene manera de ser sostenida, pero es ridículo que haya gente que se empeña en autoaniquilarse envenenándose con el AZT y toda esa mierda química. Saludos y excelente blog! Lo del registro es terrible, ya que nuestros nombres y datos están ahí, y donde quiera que vayamos si se piden nuestros datos, saldrá siempre como dato más importante sobre nosotros el hecho de que somos portadores del virus fantasma VIH. Porque cuando dejamos de envenenar nuestra sangre con esa "medicina" ya una parte está hecha, falta la otra, la más difícil creo, la de lograr que quiten nuestros nombres de ese registro, pero tampoco es imposible, creo que si es necesario hay que acudir a los medios, de alguna manera, venciendo todos los temores que nos asaltan a diario.