domingo, 22 de marzo de 2009

Falsa carga viral.

Diario 16. Martes, 17 de junio de 1997.

Falsa carga viral.

David Ho.La pieza clave de los nuevos modelos de supuesto VIH y de sida inventados por el Dr. Ho en 1995 y que sustituyeron a los ya insostenibles modelos distintos del Dr. Gallo, es lo que se llama «carga viral». Los oficialistas creen y dicen que eso que denominan carga viral indica el número de ejemplares de «VIH» que se encuentra en cada mililitro de sangre de la persona etiquetada a la que se le mide. Y creen y dicen que sucesivas medidas de dicha carga viral sirven para ver cómo evoluciona el aumento o disminución del número de «VIH» que supuestamente infectan a quien hacen el seguimiento. Y creen y dicen que cuanto mayor (o menor) es la «carga viral», peores (o mejores) perspectivas tiene la persona. Y como que ocurre que baja la «carga viral» al empezar a administrar los cócteles, creen y dicen que estos venenos son muy beneficiosos.


Y como los especialistas oficiales creen y dicen todo esto, los medios de comunicación lo transmiten (tan acríticamente como siempre en el tema). Y, lógicamente, la población se lo cree. Y esta parte de la población especialmente interesada que son las personas etiquetadas como seropositivas también se lo creen. Y son tan fuertes tanto el marketing realizado en torno a los cócteles como la presión de los médicos necesitados de cobayas humanas para experimentarlos, que entre ambos están logrando que personas que se habían negado a tomar AZT-Retrovir y análogos, ahora están aceptando entrar en los protocolos. Pero lo que ni los médicos ni los etiquetados se preguntan es: «¿Cómo se mide la «carga viral»?» Mediante una técnica llamada PCR. Y resulta que la PCR no sirve para medir carga viral alguna. Y, claro está, menos aún la de un virus que no existe.
El uso fraudulento de la PCR.

La creación que valió el Nobel al disidente Mullis es usada erróneamente para contar el VIH.

Lluís Botinas.Lluís Botinas/Barcelona.

Los especialistas oficiales del sida están convencidos de que con los experimentos que hacen en sus laboratorios realmente aislan el «VIH»; de que con los test que se emplean, realmente detectan anticuerpos producidos específicamente por las defensas frente al «VIH», y de que con las distintas variantes de la técnica PCR que usan, realmente miden la cantidad de partículas «VIH» que están en cada mililitro de sangre de la persona testada, lo que llaman su «carga viral».

Y, basándose en estas últimas mediciones, afirman que los «tratamientos combinados y personalizados» que están administrando realmente son un gran avance en el tratamiento del sida, y que así lo están convirtiendo en una «enfermedad crónica».

Por el contrario, los especialistas críticos del sida afirman que el VIH no existe y que, incluso aceptando hipotéticamente que el VIH existiese, no podría en absoluto ser la causa del sida, que los tests no tienen valor diagnóstico alguno, por lo que deberían ser prohibidos de inmediato, y que la «carga viral» no tiene significado válido alguno. Y que «los cócteles a la carta» de fármacos venenosos sólo pueden acabar matando a quien los tome, por lo que es errónea la ilusión de convertir a las personas etiquetadas en clientes crónicos de las multinacionales farmacéuticas.

Los científicos críticos, y quienes en ellos nos apoyamos, llevan, llevamos, años pidiendo que se abra un debate científico y público sobre el sida, sus causas y la forma de acabar rápidamente con este monstruo frankesteiniano.

Robert Gallo.La ventaja de los críticos es que venimos de donde los oficialistas están. Ninguno de nosotros nació «crítico de la versión oficial del sida». Por caminos largos y múltiples -y siempre dolorosos-, fuimos cuestionando las hipótesis oficiales, así como sus cambios, nada bien fundamentados. Y nos vimos convertidos en oponentes, disidentes, etc., y, lo que por ahora parece inevitable, nos oímos llamar locos, ignorantes, peligros públicos, estafadores, sectarios, fascistas (Dr. Gallo dixit), etcétera.

La responsabilidad de los oficialistas es enorme. Si tenemos razón, su conducta científico-médico-terapéutica es no sólo radicalmente errónea sino, lo que es aún peor, perjudicial. Y cuanto más tiempo pase, peor, pues más vidas están siendo innecesariamente sacrificadas a la pseudociencia del sida y a los dividendos de los grandes laboratorios.

Y cuanto antes tengan el valor intelectual-y-humano de interrogarse acerca de lo que hacen, antes podrán sumarse esfuerzos para acabar con el sida. Es este un objetivo con el que públicamente nadie está en contra. Aunque siempre cabe preguntarse: ¿De qué serán especialistas los especialistas del sida cuando se desmonte el sida, objetivo que confiamos lograr para el año 2000?. Queda claro, pues, que, en lo que de nosotros depende, actuamos, e invitamos a actuar, decididamente para que no llegue a tener lugar la XIV Conferencia Internacional sobre el sida, programada para celebrarse en Barcelona el 2002.

Stefan Lanka.El paso inicial es muy sencillo, aunque exige coraje: atreverse a cuestionar la validez de los marcos teóricos y de los manuales que, casi siempre desde los EE. UU., indican qué es lo que hay que hacer y cómo hay que interpretar lo que ocurre con los aparatos que venden. Transmito la disposición de los doctores Lanka, Kremer, Hässig y otros científicos críticos a contribuir a comprender mejor lo que en realidad ocurre y lo que verdaderamente significan los resultados obtenidos. Toda la sociedad, empezando por las personas etiquetadas, saldría beneficiada.

Uno de los medios sería cuestionarse la llamada «carga viral». Se mide con distintas variantes de una técnica desarrollada por el doctor californiano Kary Mullis llamada PCR, siglas de «Polimerasa Chain Reaction (Reacción en Cadena de la Polimerasa)».

La PCR revolucionó legitimamente los estudios de genética y muchos otros, e ilegítimamente los del sida. El inventar la PCR le valió al doctor Mullis ser designado en 1993 premio Nobel de Química.

Kary Mullis.Pues bien, resulta que el doctor Mullis es uno de los más famosos disidentes de la hipótesis oficial VIH=SIDA, es decir, forma parte de la corriente de más de quinientos investigadores que afirman que el VIH, suponiendo que exista, no puede ser la causa del sida. Y aquí quiero resaltar la contribución que hace el doctor Mullis a acabar con el sida cuando explica que ninguna de las variantes aparecidas de su técnica PCR sirve para cuantificar carga viral alguna. En particular, pues, la PCR no sirve para medir «la carga viral del VIH». Y menos, claro está, si ya se ha comprendido que el VIH no existe.

Luego la fraudulenta utilización de la PCR que están haciendo los oficialistas del sida bastaría para descalificar totalmente la «carga viral». Y para denunciar como asesinas las dañinas aplicaciones pretendidamente terapéuticas que de ella se hace.

Pero dejo para la próxima semana ver con detalle qué es la PCR, cómo funciona en realidad, sus aplicaciones correctas y cómo, por el contrario, está siendo tramposa e interesadamente utilizada por los oficialistas.

En este episodio, insistiré en que la «carga viral», aún suponiendo que fuese lo que oficialmente nos dicen que es, no tiene significado alguno. Y ello incluso aceptando algunas reglas de juego que diseñaron los inventores del primer modelo de VIH (en especial, los doctores Gallo y Montagnier) y que siguen siendo aceptadas por los inventores del actual renovado modelo de VIH, capitaneados por el joven nuevo líder del establishment del sida, el doctor Ho.


Aceptación inmediata.

¿Por qué el nuevo modelo, y el concepto de «carga viral» en que se sustenta, fueron tan inmediata y triunfalmente aceptados?. Porque parecía solucionar uno de los grandes inconvenientes con que se encontraban los defensores de la hipótesis VIH=SIDA: la escasísima cantidad de «eso» llamado VIH que lograban, según dicen, «aislar» en las personas etiquetadas, y ello incluso en «terminales de sida». El propio doctor Gallo, en su libro, «Virus hunting» («Cazando virus»), escribía en 1991 que «el VIH sólo infecta uno de cada diez mil T4». Con una cifra tan escasa era imposible responsabilizar al VIH de la supuesta muerte de «linfocitos T4» y de causar algo tan grave como el sida. Además, según el modelo de VIH del doctor Gallo, el VIH se mutiplica tan lentamente que lo consideraron un lentivirus. Y, para colmo, tardaba tanto en mostrar su efecto dañino que se tuvieron que inventar un «periodo de latencia» que luego alargaron a medida que pasaban los años. Este modelo de VIH tenía, pues, muchas debilidades. Y, además, un grave inconveniente para las compañías farmacéuticas: sus clientes potenciales podían tardar lustros en convertirse en clientes efectivos. La multinacional Welcome logró temporalmente superar esta pega: un estudio pagado por ella, publicado en 1990, afirmó que la aplicación del AZT-Retrovir en seropositivos asintomáticos retrasaba pasar a la oficialmente inevitable fase sida. Esto hizo que se empezase a administrar este veneno a personas absolutamente sanas que sólo habían tenido la desgracia de dar positivo a unos tests-chapuza. Afortunadamente, el estudio Concorde, en el que estaban comprometidos los Gobiernos francés, inglés e irlandés, hecho finalmente público en abril del 1994, mostró la media verdad de que el tratamiento precoz con AZT-Retrovir no resultaba beneficioso para los asintomáticos. La mitad ocultada importante de la verdad es que el veneno AZT-Retrovir, sólo o combinado, no puede ser sino perjudicial. En cambio, el nuevo modelo del doctor Ho, basado en la «carga viral», arriconaba estos inconvenientes.


Una creencia sin base.

La teoría de la «carga viral» se impuso rápidamente pese a que los artículos aparecidos en «Nature» carecían del más mínimo rigor científico.

Barcelona/Lluís Botinas.-A principios de 1995 dos equipos de investigadores presentados como independientes uno del otro publicaron en la revista «Nature» sendos artículos que llegan a conclusiones «remarcablemente concordantes», como dice una nota editorial. Uno, dirigido por el doctor David Ho, del Centro para la Investigación del Sida Aaron Diamond de la Universidad de Nueva York, con investigadores de los laboratorios Abbot. El segundo, presidido por el doctor George Shaw, de la Universidad de Alabama, con la participación de los laboratorios Merck y Genelabs Technologies Inc.

En estos artículos se proclamaba que habían encontrado un promedio superior a 100.000 ejemplares de VIH por mililitro de sangre periférica en los pacientes de sida que se habían investigado. Y esta proclamación significó un vuelco en la explicación oficial sobre el VIH y el sida que había prevalecido desde 1984, año en que el doctor Gallo presentó el supuesto «retrovirus VIH».

Oficialmente, desde entonces se llama «carga viral» al «número de partículas víricas circulantes», es decir, el número de copias de VIH libres (o sea, no en el interior de célula) que se encuentran por cada mililitro de sangre. Y la «carga viral» es usada en los hospitales como «factor pronóstico de los enfermos por infección por VIH» y como «instrumento de decisión de las estrategias de tratamiento antiretroviral individualizado» con los venenosos cócteles en boga.

Los artículos aparecidos en «Nature» no explicitan el modelo matemático utilizado, ni los ensayos clínicos en que se apoyaba ni los medicamentos en ellos usados. No indican si los voluntarios pertenecían o no a grupos de riesgo, ni a cuáles. Sobre las variantes de técnica PCR utilizada para medir, remite a un artículo «en prensa». Luego eran incontrastables o irrepetibles.

Tampoco contienen referencia alguna a que también se hubiese medido la carga viral en grupos de control. Y esto es una trampa decisiva, característica en toda la pseudociencia del sida: prácticamente nunca ha cumplido con la regla básica de toda investigación científica, consistente en realizar ensayos de control que permitan comparar. Si no se mide la misma «carga viral» a personas sanas, ¿cómo se puede afirmar que lo que encuentran es característico de los enfermos de sida?. Si, además, no se compara entre, por ejemplo, enfermos de hepatitis, unos etiquetados y otros no, ¿cómo se sabe que la causa de la alta «carga viral» es el supuesto VIH y no la hepatitis? Si no se comparan grupos de pacientes de las 29 enfermedades englobadas bajo la etiqueta sida, unos seropositivos y otros no, ¿cómo se atribuye al VIH lo que ocurre, y no a la enfermedad a la que por definición se encuentra acompañando?

Es increíble que un bodrio así pasase el control de los comités de lectura y selección, y finalmente fuese publicado en «Nature». Sería imposible... si se mantuviesen las reglas del método científico antaño aplicadas. Pero cada vez más la ciencia actual, en especial la del sida, se hace a base de conferencias de prensa. Como dice el doctor Craddox, «Uno de los aspectos más perturbadores de lo que ocurre en la investigación sobre el sida es la separación entre lo que los investigadores en realidad encuentran, lo que dicen en las ruedas de prensa y lo que los medias cuentan al público» (ver al respecto «¿Ciencia o relaciones públicas?», Diario 16, 20 de mayo de 1997).

Pero más increíble es aun que las llamadas comunidades científica y médica internacionales asumiesen sin rechistar el cambio de modelo de VIH propugnado por el doctor Ho. La aparición de los artículos en «Nature», las conferencias de prensa y los «press release» que la rodearon, y los enormes intereses económicos que subyacen, convirtieron casi de la noche al día «un lentivirus con un periodo de latencia de más de diez años» en «un virus a toda velocidad que desde el primer instante se replica miles de millones de veces».


Preguntas clave sin respuesta.
Si fuese cierto que el VIH está presente por billones, ¿cómo es posible que fuese durante once años imposible encontrarlo y aislarlo con las técnicas utilizadas para hallar los virus existentes? Si es necesaria una nueva técnica para encontrarlo, ¿no está ello indicando que nos encontramos ante un artefacto técnico, es decir, ante un espejismo fruto precisamente de la aplicación de la nueva técnica? El doctor Ho ni siquiera intenta explicar en qué se equivocaron todos los investigadores del sida entre 1984 y 1995, ni porqué el nuevo modelo de VIH que propuso, y se impuso rápidamente, es el correcto. O los antiguos o los nuevos «señores del sida» son unos incompetentes o/y unos tramposos. Aunque quizá lo sean ambos...