miércoles, 1 de abril de 2009

VIH-SIDA Desenmascarado Parte I: El Gran Fraude





Muriendo por la Boca
E. Cichowicz Emmanuelli/Especial para En Rojo
http://claridadpuertorico.com/content/view/403581/32/

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Imagínense por un momento que absolutamente todo lo que ustedes creen que saben sobre la relación entre el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) y el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) no sea cierto. Que el VIH de verdad no cause el SIDA. Que el SIDA (mediante el VIH) no sea una enfermedad de transmisión sexual. Que las pruebas para detectar el VIH de verdad no detecten virus alguno. Que salir positivo en la prueba de VIH no implica que usted pueda desarrollar el SIDA. Que las drogas usadas para destruir el VIH y detener el SIDA en realidad matan a mucha más gente de las que salvan. ¿Qué pensarían si yo les digo que puede que todo eso sea verdad? Pues me imagino que dirían de inicio “Todo el mundo sabe que el VIH causa el SIDA – eso ha sido estudiado, comprobado y verificado a la quinta potencia. El doctor Cichowicz parece que está loco pa´l carajo. El mes pasado me dice que el colesterol es bueno, y ahora viene con que el VIH puede que no cause el SIDA.” Pues como pueda que yo sí esté loco, y aunque no lo esté, como lo que yo piense de la teoría VIH-SIDA no tiene peso alguno más allá de una opinión, haré lo siguiente – a lo largo de mis próximas columnas voy a dejar que los científicos y los investigadores que han sido silenciados por 25 años les hagan el cuento según ellos y ellas lo han venido documentado. Los hechos que les voy a narrar los pueden verificar todos en las referencias citadas al final de cada artículo. Ustedes decidan a quién quieren creer.

El 1 de diciembre del 2008, 37 investigadores científicos y médicos prominentes le escribieron una carta a Bruce Alberts, editor de la prestigiosa revista científica Science, pidiéndole que retractara cuatro artículos que salieron publicados en la edición del 4 de mayo de 1984 de la revista, y cuyo autor principal es el Dr. Robert Gallo. La razón por la que se pide la retractación es por el descubrimiento de evidencia que ellos y ellas entienden invalida todas las conclusiones científicas expuestas en dichos escritos. Resulta que estos cuatro artículos de Gallo representan la única “base científica” que “prueba” que el SIDA es causado por el VIH. Toda la investigación científica subsiguiente, todas las recomendaciones de salud pública y todo el tratamiento farmacéutico durante los últimos 25 años ha sido basado en los “descubrimientos” detallados en esas cuatro publicaciones. En otras palabras, si los planteamientos de los autores de la carta que piden la retractación de los artículos son ciertos, todo lo que el mundo cree que conoce sobre el SIDA se tambaleará.

Repasemos la historia del SIDA
El primer reporte oficial de los Centros Nacionales de Control de Enfermedades (CDC) que describe lo que llegó a llamarse SIDA sale en 1981. El reporte describe cinco hombres jóvenes en hospitales de la ciudad de Los Ángeles padeciendo de diferentes infecciones causadas por hongos – algo raro a esa edad, ya que implica una supresión del sistema inmune (las defensas del cuerpo). Cuando surge un brote de personas con síntomas parecidos, lo primero que hacen las autoridades es identificar los factores similares que comparten los afectados, para dar con la causa. Estos cinco hombres eran homosexuales, pero el reporte expresamente indicaba que su condición lo más seguro no era causada por una infección, ya que los afectados no se conocían, no tenían contactos en común o parejas sexuales con enfermedades parecidas, y más todavía, sus historiales clínicos eran “incompatibles con una enfermedad de transmisión sexual.

” Lo que sí encontraron en los cinco hombres fueron “causas reconocidas de supresión del sistema inmune” – a diferencia de lo que dice ahora el CDC, de que esos hombres habían sido “anteriormente completamente saludables.” El reporte del CDC en 1981 indicaba: “Todos los cinco reportaron el uso de drogas inhaladas, particularmente el inhalador amyl nitrite, conocido como poppers.” Ya para entonces, se conocía que estas drogas destruían las células inmunes, ya que al pasar el tiempo, restringían la capacidad de las células de utilizar el oxígeno. Estas cinco víctimas habían participado de múltiples fiestas y encuentros sociales con sus compañeros gay donde las relaciones sexuales repetidas eran muy comunes. En estas actividades, el uso de poppers era constante, ya que el efecto que producía la droga era una relajación del esfínter (músculo) anal, lo que hacía el sexo anal más placentero. El visualizar el SIDA de esta manera - como producto de una intoxicación celular - llevó a varios médicos durante ese tiempo a hasta curar los casos con antitoxinas.

Sin embargo, la elite científica de esos años había adoptado el pensamiento de que los virus eran responsables por toda una gama de condiciones – desde el catarro hasta el cáncer, y se había desatado una competencia frenética entre los jefes de los diferentes laboratorios virales para asociar cualquier enfermedad sin causa obvia con un virus particular. De lograr esto, se podía quizás generar una vacuna para evitar la enfermedad y como consecuencia, vendría la fama, el prestigio, mucho dinero y quizás un premio Nobel. En Estados Unidos, el doctor Robert Gallo dirigía uno de los laboratorios virales de más prestigio mundial - sus trabajos enfocados principalmente en lograr asociar un virus muy peculiar (retrovirus) con las leucemias (cáncer de la sangre) - pero sin éxito alguno. Cuando aparece el SIDA, Gallo descarta de entrada todos los hallazgos iniciales que apuntaban hacia una intoxicación, y pronuncia públicamente ante los foros científicos, que el SIDA lo más seguro era producto de uno de los retrovirus que él estaba estudiando – los mismos que por tantos años él no había podido asociar con enfermedad alguna.

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Por razones económicas, políticas y sociales (que se elaboran detalladamente en los libros de Farber, Bauer y Roberts citados al final), el gobierno federal, mediante sus agencias de salud como el CDC y el Instituto Nacional de Salud (NIH), desde un inicio decide respaldar la teoría retroviral de Gallo y corta todo apoyo económico a investigaciones relacionadas con una causa no-viral del SIDA. Sin haberse hecho un solo descubrimiento científico, ya la maquinaria gubernamental americana de salud había decidido que el SIDA era una enfermedad infecciosa y la expectativa era de que un laboratorio americano encontraría el agente viral responsable primero.

Sustentado por un influjo masivo de fondos federales, Gallo pasó el 1982 y 1983 tratando infructuosamente de encontrar aunque fuera un solo retrovirus en pacientes de SIDA. Los postulados más básicos de las investigaciones de enfermedades infecciosas (los postulados Koch) le debieron haber dicho a Gallo que, si después de dos años, en un paciente de SIDA tras otro, no podía encontrar un agente infeccioso común a todos los pacientes, el SIDA entonces lo más seguro no era una enfermedad infecciosa. Tan sencillo como eso. Pero en la persecución de la fama y la gloria, la ciencia ya se había descartado hace tiempo, y Gallo comenzó a inventarse excusas por las cuales “sus retrovirus” se “escondían” de sus pruebas, excusas que todo el establecimiento médico sigue repitiendo hoy en día para justificar los hallazgos que continuamente no sostienen una teoría viral. Se dice que el VIH es tan “listo” que se camuflajea de diferentes maneras para que no lo detecten. Esto es cómico –se le atribuyen características pensantes a una secuencia de ácidos ribonucleicos (ARN) que no tienen ni vida propia–.

Gallo, a principios del 1984, descubre que tiene un grave problema, el doctor Montagnier, del Instituto Pasteur en Paris, anuncia que creía haber aislado un retrovirus en algunos pacientes de SIDA y, por si acaso resultaba ser el causante, había sometido ya el papeleo para la tan importante (en el mundo corporativo) patente para la prueba de laboratorio. Montagnier, entonces, le envía una muestra de sus “partículas virales” a Gallo para que esta autoridad mundial opinara científicamente sobre su validez. ¡Error!

Atormentado por la idea de que los franceses le habían ganado la carrera, Gallo emprende súbitamente un viaje por toda Europa anunciando, para la gran sorpresa de todos, que su laboratorio había, durante los últimos dos años, ya logrado aislar un retrovirus en pacientes con SIDA y estaba a punto de publicar los resultados. Esto culmina el 23 de abril de 1984 en una conferencia de prensa organizada abruptamente por la Secretaria de Salud del Presidente Reagan, donde ella declara que un americano, el Dr. Robert Gallo, había descubierto la causa del SIDA – que era un retrovirus y que se produciría una vacuna a más tardar dentro de dos años. Esta noticia hizo primera plana por todo el mundo y sirvió para la administración Reagan demostrar la predominancia mundial de la medicina estadounidense.
Pero había unos problemitas. Primero, la ciencia funciona a través de la experimentación y la publicación de unos resultados, para que la comunidad científica mundial entonces pueda opinar sobre la validez de la metodología usada, la interpretación de los resultados y repetir los experimentos si es necesario para confirmar los hallazgos originales. Sólo cuando la comunidad científica logra verificar la autenticidad de los hallazgos es que una nueva teoría logra el estatus de un descubrimiento digno de ser difundido masivamente. Pues en el momento que Gallo anuncia su descubrimiento al mundo, el no había publicado nada.

¡NADA! O sea, Gallo estaba anunciando ante el mundo uno de los descubrimientos más trascendentales en la historia de la salud pública, sin haberle presentado evidencia alguna a la comunidad científica mundial de lo que habia hecho. La Secretaria de Salud se estaba dejando llevar por declaraciones no confirmadas de un científico que llevaba meses, no metido en un laboratorio sino, de gira por todo el mundo, promoviendo su grandeza.
Segundo, Gallo había dicho que el hombre que más sabía de retrovíruses en el mundo era el Dr. Peter Duesberg de la Universidad de California en Berkeley. Pues para la sorpresa de Gallo, Duesberg publicó un escrito donde decía que era imposible que un retrovirus causara SIDA, porque los retrovirus son seres inofensivos que coexisten felizmente con todas las células en nuestro cuerpo y no tienen ni la capacidad ni la inclinación de destruir las células inmunes, como sugería Gallo.

Pero el último problemita era el más difícil de reconciliar. El Instituto Pasteur reclamaba que el retrovirus que Gallo había “descubierto” había sido el que ellos le habían enviado –o sea, que Gallo se había apropiado ilegalmente del virus francés– y ahora lo estaba reclamando como suyo. Para complicar la situación, el mismo día de la conferencia de prensa, Gallo estaba sometiendo su patente para la prueba del virus, la cual fue rápidamente aprobada por encima de la francesa sometida con anterioridad, así asegurando miles de millones de dólares en regalías para el gobierno americano y para Gallo. El gobierno francés subsiguientemente llevaría al gobierno americano a corte, reclamando el robo de los derechos de autor.

El 4 de mayo de 1984, dos semanas después de su famosa conferencia de prensa, aparecen los tan anticipados cuatro artículos de Gallo publicados en Science, quizás la revista científica más respetada del mundo. Éstos son los cuatro artículos que Gallo había dicho detallarían toda la evidencia que su laboratorio había recopilado durante los últimos dos años y que probarían sin duda que “su retrovirus” era el causante del SIDA. De inmediato, estos artículos se convirtieron en palabra santa para la comunidad científica. Son los artículos más frecuentemente citados durante los últimos 25 años por todos los investigadores mundiales enfocados en lograr la cura del SIDA. Todo “adelanto” en la guerra contra el SIDA desde 1984 viene de investigaciones predicadas en la veracidad de lo que Gallo “demostró” en esos cuatro artículos.

Por lo tanto, el cuestionar la validez científica de esos cuatro artículos ha sido, y todavía es, el equivalente de cuestionar la palabra de Dios en la Biblia. Herejes como Peter Duesberg fueron excomulgados inmediatamente de la fraternidad científica (el NIH) que controla los fondos dirigidos a la investigación, lo cual imposibilitaría que pudiesen investigar sus propias teorías sobre la causa y el tratamiento alterno del SIDA. Y para asegurarse de que sus resultados no pudiesen ser refutados en otros laboratorios, Gallo rehusó compartir sus “partículas virales” o rehusaba proveerles a otros laboratorios la metodología exacta usada por él, en sí imposibilitando la verificación de que su virus era diferente al francés o que de verdad causaba el SIDA. El acto de evitar que otros investigadores pudiesen confirmar o refutar sus resultados era algo altamente irregular en el mundo científico, y ese hecho nada más llevo a muchos a dudar de la veracidad de sus conclusiones.

Mientras tanto, la evidencia científica que el gobierno francés le estaba presentando al gobierno estadounidense en corte era de tal naturaleza, que sólo dos años después de haberle anunciado al mundo su descubrimiento, Gallo se ve obligado, bajo juramento y frente a un panel de abogados, a por lo menos admitir que el retrovirus francés y el suyo eran el mismo. O sea, en las negociaciones confidenciales político-económicas entre Francia y EEUU, se llega al “entendimiento” por las dos partes de que no fue que Gallo se “robó” las “partículas virales” de Montagnier –sino que el virus que Gallo “descubrió” y el que Mantagnier más tarde le envía, resultaron ser– por esas casualidades de la vida idénticos. Francia y EEUU entonces llegan al acuerdo de compartir equitativamente las enormes regalías de la prueba del VIH, y Gallo y el NIH (para quien Gallo trabajaba) por el momento salen absueltos de conducta impropia.

La discordia científica francesa-americana se logra calmar entonces por unos años. Pero todo eso cambia en 1989, cuando John Crewdson, un periodista ganador del premio Pulitzer, publicó en el Chicago Times un artículo muy extenso y confirmado por muchas fuentes, donde se relataba públicamente y en gran detalle, por primera vez, la evidencia contundente de que Gallo se apropió ilegalmente del retrovirus francés, luego de haberse frustrado en sus intentos de aislar un virus en pacientes con SIDA en su propio laboratorio. Para que fue eso.

Los científicos franceses se escandalizaron y el NIH deslució internacionalmente en la prensa científica. Para aplacar las críticas incesantes al valor de su gestión científica, el NIH decide comenzar una investigación de Gallo y su laboratorio. Pero temerosos de que el NIH no se investigaría a sí mismo con el rigor necesario, el Congreso demócrata (Gallo era una criatura de la administración republicana de Reagan) decidió comenzar su propia investigación poderosa, a cargo del representante John Dingell, y contando con los científicos de más renombre del país. De hecho, durante los años 1990-1995, nada menos que cinco investigaciones mayores relacionando a Gallo con fraude científico se llevaron a cabo por diferentes ramas del gobierno federal, incluyendo el Servicio Secreto. En conjunto, esto representaba la investigación más formidable de la historia por un gobierno con respecto a la honestidad en la investigación científica. Y la cosa es que hoy en día no hay una conciencia colectiva alguna entre los profesionales de la salud o entre el público en general sobre los resultados de esas cinco investigaciones. La razón, en 1994, los republicanos se reapoderan del Congreso, y proceden a cancelar las cinco investigaciones y a engavetar todos los descubrimientos de las mismas para que no se hicieran públicos. Y queda todo en el olvido – como si jamás hubiese habido un descubrimiento de pruebas - hasta el año pasado cuando la periodista Janine Roberts recupera todos los documentos escondidos y los publica en su libro Fear of the Invisible.

Roberts descubre en los documentos que allá para el 1990, Gallo confesó que de verdad él no había encontrado el virus del SIDA en 1982, cosa que él reportó enfáticamente en los artículos de Science en 1984. Aparentemente creyendo que su confesión jamás saldría a la luz pública, Gallo ha seguido repitiendo la mentira de su descubrimiento del virus –tan recientemente como en su último libro y como un perito en un caso legal en una corte australiana en el 2007–. (Montagnier luego confesó también que él tampoco había podido encontrar en su muestra “partículas” con “la morfología típica de un retrovirus.”)
Entonces está lo de los retratos. Para justificar en parte que había descubierto el virus del SIDA, Gallo tomó unos retratos por microscopía electrónica de unas partículas que él aseguraba representaban el retrovirus.

Esos retratos se han hecho mundialmente famosos y jugaron una parte vital en convencer al mundo entero de la existencia del virus del SIDA. El doctor Matthew Gonda era el director del Laboratorio de Microscopía Electrónica del Instituto Nacional del Cáncer y como autoridad internacional, Gallo necesitaba que él verificara que lo que había en esos retratos eran de verdad víruses, así que le mandó los retratos a Gonda para su interpretación. Roberts descubre, entre los documentos, la contestación de Gonda a Gallo fechada cuatro días antes de que este tuviese que someter sus artículos para publicación. Gonda le dice a Gallo: “Quisiera apuntar que las ‘partículas’ … forman parte de escombros (debris) de células degeneradas” y “son por lo menos 50% más pequeñas de lo que serían si fuesen retrovíruses.” Gonda concluye: “No creo que partícula alguna retratada sea HTLV I, II o III (los nombres que Gallo le había dado inicialmente al VIH) y no aparecen partículas parecidas a cualquier otro virus tampoco.” ¿Qué hace Gallo? Somete los artículos con los retratos, se los atribuye a Gonda, y en el texto declara que todas las ‘partículas’ tienen la forma y el tamaño correcto de un retrovirus.

Pero la evidencia más devastadora encontrada por Roberts fue la copia original del primero de los cuatro artículos, según escrito por Mikulas Popovic, el científico de más alto rango en el laboratorio de Gallo. Era Popovic el que había hecho los experimentos, obtenido los resultados y escrito el borrador inicial del artículo principal – el que iba a confirmar el VIH como causal del SIDA - mientras Gallo se paseaba por Europa dándose publicidad y anticipando los resultados por publicarse. Días antes de la fecha límite para someter los artículos a Science, Gallo lee lo que Popovic ha escrito y se horroriza. Resulta que Popovic o no entendió las instrucciones de Gallo o no quiso ser cómplice de un fraude, y simplemente escribió lo que de verdad se llevó a cabo en el laboratorio. El lío en que ahora Gallo se encontraba era que lo que se había llevado a cabo en su laboratorio eran experimentos triviales y sin importe científico alguno.

Les invito a leer el borrador inicial de ese primer artículo tan crucial en la historia de la salud pública, según redactado por Popovic, en www.fearoftheinvisible.com. Verán que él claramente indica que: 1) se estaba trabajando con las “partículas” francesas; 2) no se había ni tratado de aislar (purificar) un virus de esas “partículas”; y 3) no se había ni tratado de establecer que las “partículas” fuesen de alguna manera tóxicas a las células inmunológicas, lo cual Gallo había estado anticipando, y lo cual es la base científica de toda la teoría VIH-SIDA –que el VIH destruye las famosas células T–. (Hoy en día, aun cuando 25 años de investigación no han podido explicar cómo es que el VIH destruye las células-T, los científicos siguen jurando que ésa es la manera de cómo se genera el SIDA.)
Popovic hasta escribió lo siguiente: “A pesar de los esfuerzos intensos de investigación, el agente causal del SIDA todavía no se ha identificado.” ¿Cómo? Léanse eso otra vez bien poco a poco. ¡Eso es increíble! Todavía yo no puedo creer que eso se escribió y que la comunidad científica mundial nunca se enteró.

Ante esas aseveraciones tan perjudiciales a su caso, Gallo entonces comienza furiosamente a tachar y a rescribir el artículo de principio a fin, falsificando lo llevado a cabo y generando resultados inventados que concordaran con lo que él venía meses diciendo que había encontrado que “su retrovirus” sí se había aislado en pacientes de SIDA y que era responsable por la destrucción de células inmunológicas. Los artículos totalmente editados a su conveniencia son entonces enviados a publicar. Pero anticipando futuras polémicas, Popovic había creído prudente guardar el manuscrito original, con las tachaduras y los cambios hechos a última hora en puño y letra de Gallo y cuando se entera de que él también está siendo objeto de una investigación de fraude, produce el documento. Y Roberts ahora lo encuentra entre todos los documentos archivados – la evidencia indiscutible del fraude más grande en la historia de la medicina.

Roberts encuentra hasta informes del Servicio Secreto, los cuales se involucraron al ser los expertos en determinar la autenticidad de documentos. Estos presentaron evidencia certera de que los reportes de laboratorio que Gallo luego había producido como “originales” para sustentar sus hallazgos, habían sido “arreglados”, o sea, el trabajo no se hizo y Gallo simplemente se sacó unos resultados de la manga. Con toda esa evidencia, se le presentó al Fiscal General (States Attorney General) un caso de fraude criminal contra Gallo en 1994, pero no procedió por el tecnicismo de haber pasado el tiempo reglamentario según el Estatuto de Limitaciones.

A la Comisión Dingell se le prohibió diseminar su reporte final como documento oficial del Congreso, pero éstos de cualquier manera publicaron un documento con sus hallazgos para propósitos de cumplir con su mandato y Roberts también lo encuentra. El escrito incluye los siguientes puntos, y sepan que esto fue redactado por científicos, no por políticos:
1. “Los experimentos de Gallo fueron tan pobres y tantos aspectos de los mismos son tan cuestionables, que es difícil tener confianza en la validez de hallazgo alguno.”
2. “Las consecuencias para la investigación del VIH han sido severamente perjudiciales, llevando, en parte, a una cantidad enorme de artículos científicos contaminados con exageraciones sistémicas y falsedades descaradas de proporciones sin precedente.”
¡Anda pal carajo! ¿Se dan cuenta lo que implican esas dos oraciones? Dicen que al Gallo haber falsificado hallazgos, no solamente se evidencia que no se probó que el VIH causa el SIDA, sino que los 25 años de investigación subsiguiente y los $200 billones que se han invertido en esas investigaciones, merecen básicamente ser echadas a la basura. Nadie se ha molestado, en los últimos 25 años, de confirmar que exista un virus llamado VIH y que cause SIDA –en parte porque Gallo ya lo había hecho (palabra de Dios) y porque él nunca ha querido decir cómo lo hizo (con razón). Sepan esto: ningún científico en los últimos 25 años ha reportado el haber aislado o purificado ni una sola cadena de lo que se llama VIH. O sea, nunca se ha verificado que una entidad llamada VIH exista como tal.

Gallo no solamente se salvó de procesamiento criminal por un tecnicismo, sino que al ser detenidas las investigaciones por los republicanos, ha sido como si nada hubiese pasado. Gallo fue expulsado del NIH, pero estableció su propio laboratorio, el mundo científico lo sigue venerando como un Dios y sigue recibiendo enormes cantidades de dinero (especialmente de la Fundación Bill Gates) para seguir su trabajo. Pero peor todavía, después de 25 años, todo el mundo sigue absolutamente seguro de que el SIDA es causado por el VIH, basándose en cuatro trabajos de investigación que hace 15 años se probó habían sido falsificados a base de datos fraudulentos. Sin embargo, estos cuatro trabajos nunca han sido retractados por la revista Science. Las consecuencias de eso son que todo científico joven o nuevo en el campo de infecciones virales y SIDA inocentemente seguirá usando esa información falsa como la base sobre la cual planificar su propia investigación, sin entender que sus conclusiones entonces no tendrán valor científico alguno. Claramente hay un montón de política - y por ende dinero - envuelto aquí. El VIH-SIDA se ha convertido en un negocio billonario para las farmacéuticas y el gobierno federal, y no se va a permitir que unas cuantas mentiritas de un científico egomaniático destruya una fuente de ingresos de esa magnitud.
El trabajo investigativo de Janine Roberts, sin embargo, ha logrado que los científicos que llevaban décadas insistiendo que era imposible que el VIH pudiese causar el SIDA, ahora tengan evidencia clara para juntarse en una sola voz y exigir, que en honor a la ciencia y para evitar el sufrimiento humano innecesario (generado por las drogas venenosas usadas para matar algo que nunca se ha probado que exista), que se retracten los artículos de Science.

Sé que se han quedado con muchas preguntas. ¿Entonces qué es el SIDA? ¿Cómo es que se riega de una persona a otra? Si no hay virus, ¿qué es lo que miden las pruebas de VIH? ¿Por qué las drogas aparentemente salvan vidas? Pues estén pendiente a las respuestas en las próximas columnas.

Referencias:

www.rethinkingaids.com
Fear of the Invisible de Janine Roberts o www.fearoftheinvisible.com
The Origin, Persistence and Failings of HIV/AIDS Theory de Henry H. Bauer
Inventing the AIDS Virus de Peter Duesberg
Serious Adverse Events: An Uncensored History of AIDS de Celia Farber
Science Fictions: A Scientific Mystery, A Massive Cover-up and the Dark Legacy of Robert Gallo de John Crewdson
http://aras.ab.ca/articles/scientific/20071007-Maniotis-Lambros.pdf
www.hiv-aids-factorfraud.com (video)
El Dr. Cichowicz es un gastroenterólogo pediátrico retirado con interés particular en Nutrición Ortomolecular. Comunicarse a DrC@muriendoporlaboca.netEsta dirección de correo electrónico está protegida contra los robots de spam, necesita tener Javascript activado para poder verla

1 comentario:

Anónimo dijo...

BUENO ESTOY AL TANTO DE LA SEGUNDA PARTE QUE HACEN ENTONCES LOS RETROVIRALES POR QUE SALVAN VIDAS Y DE QUE SE CONTAGIA ENTONCES UNO CUANDO SE TIENE RELACIONES SIN PROTECCIOM