skip to main |
skip to sidebar
Por Frank Green
Extractado de “The Cleveland Free Times” marzo de 1995.
Traducción y Adaptación por Néstor Lástrónico.Capítulo I: “Los muertos que vos matasteis gozan de buena salud”Fue en 1982 cuando mis amigos empezaron a morir. Ann Craig fue la primera en irse. Los dos nos metíamos drogas juntos después de nuestras sesiones de jazz en un pub en el East Village. Vestida de negro, y más flaca que una jeringa, Ann había sobrevivido durante años a base de heroína y milkshakes. Una noche, en una actuación, puso en fuga a los espectadores porque se le cayeron todos los dientes de la boca..
Cuando se enfermó el sida aún no se había inventado; los médicos creían que Ann había inhalado algún virus exótico cuando estuvo en el África como estudiante graduada. Vendió algunos libros en Union Square, se inyectó heroína por última vez, y volvió a Connecticut para morir.
Empecé a ver gente con lesiones de sarcoma haciendo cola para comprar cocaína. El sida golpeó a Nueva York como un policía vengador, y no pasó mucho tiempo sin que empezara a circular el rumor de que no había que compartir agujas hipodérmicas. Sin embargo, para muchos de nosotros era demasiado tarde; al menos eso fue lo que nos dijeron.
A Diane Hunt, con quien compartía el departamento, le dijeron que era HIV positiva y se fue a vivir con su amante, la compositora experimental Julie Akerlud; yo me mudé a un edificio abandonado. Vivir en un edificio que se viene abajo, y encima sin calefacción no es fácil, sobre todo en pleno invierno, cuando me tenía que poner cinco capas de ropa para ir a la cama, todas ellas manchadas de sangre a la altura del codo.
Volví arrastrándome a mi hogar paterno, en Cleveland, con la cola entre las patas. Mandé al diablo la cocaína y todas esas mierdas, comí bien y renové mi autoestima. Diane empeoraba. Por teléfono, se quejaba de las drogas que le daban los médicos, infinitas píldoras para todo menos para el dolor ( eran tacaños con los narcóticos). Julie le llevaba marihuana de contrabando al hospital y, cuando Diane murió, juró por Dios que la había matado el AZT.
Ya sola, Julie siguió como pudo durante un tiempo, luego perdió toda esperanza, se hizo el teste de HIV, tragó su AZT, y entregó su alma a Dios. Yo también me hice el test y cuando el doctor me dijo, con la solemnidad de un empresario de pompas fúnebres, que era portador del “virus del sida”, me preparé para encontrarme con mis amigos en el cielo.
Seis años después, ya no creo en los profetas de la muerte. Aunque nunca tuve sida, me considero curado, y no tuve que gastar ni un centavo. Proyecto vivir el máximo del promedio de vida de un ser humano, o morir de alguna otra cosa, como por ejemplo cáncer del pulmón.
Se me consideraba tan en riesgo como podía estarlo un bisexual, ex adicto, que compartía agujas hipodérmicas en el centro de la epidemia. Entonces tenía hepatitis, pero ahora soy de las personas más saludables que conozco. Es muy raro que me resfríe, tengo mucha energía y me veo diez años más joven de lo que soy.
Pero no me envidien. He estado en el infierno y he salido de él. Me libré de las adicciones que me habrían matado, ganándome la salud a pesar de la adversidad, y a pesar de la misma gente que debía habérmela conservado: los médicos.
No soy ningún ángel, ni un fanático de la salud. Fumo, bebo de vez en cuando, y me mantengo activo sexualmente. No sigo ninguna dieta especial ni tratamientos alternativos. Tengo buena salud porque asumí la responsabilidad por mi propia vida y, armado de una información que no era fácil de obtener me despedí de mi médico.
2 comentarios:
Logicamente no es una condena pero si un virus terrible, esperamos encontrar la vacuna adecuada, por el momento tomar la medicina acertada es lo importante, yo aduiero mi medicina en este buscador http://findyourdrug.com/search.php ya que me da los precios mas economicos y la seguridad debida de una buena medicacion...
NO TE HAS ENTERADO DE NADA. TE RECOMIENDO LEER MAS ATENTAMENTE. LA MEDICACIÓN PARA EL VIH HACE MUCHO DAÑO, LEE Y APRENDE
Publicar un comentario