martes, 25 de noviembre de 2008

TESTIMONIO DE ALEXANDRA

Mi nombre es Alexandra. Soy griega y vivo en Atenas. Tengo 38 años.

A la edad de 22 me gradué en la universidad y tenía una relación perfecta con un hombre encantador y poderoso. Nuestra vida era rica y encantadora. Yo, pertenecía a la clase social más alta y disfrutaba poder y salud como si hubiera nacido sólo para ello. Era afortunada al no tener problemas y los problemas parecían no ir conmigo.


Al año siguiente me trasladé a vivir con mi compañero y un año después construimos la casa de mis sueños. Después de cuatro años de relación, di a luz a mi hijo querido, un hijo que yo deseaba y mi compañero, quizá, aún más.

Mi hijo se puso enfermo cuando tenía 3 meses, como le pasa a muchos bebés. Le pusieron muchos antibióticos pero no respondía. Lo llevamos al hospital. Después de tres meses de pruebas, el director del hospital nos anunció que nuestro hijo tenía SIDA. Repetimos los mismos tests para mostrar a aquel director que estaba en un gran error. Al día siguiente fuimos todos diagnosticados VIH positivo. Nos dijeron que nos quedaban pocos años de vida.

Mi mundo entero se derrumbó, no estaba preparada para esto. El desastre trajo pena y culpa.
Me sentí totalmente responsable de la vida miserable que le había dado a mi hijo. En vez de darle la vida, le había dado la muerte. No podía concebir mi vida sin la de mi hijo ni mi hijo concebía la vida sin tenerme cerca. Mi único deseo era que viviera.

Mi hijo murió despues de 2 años de tomar antiretrovirales.

Durante un año estuve luchando por su supervivencia. Al final tuve que encarar la inutilidad de mi esfuerzo para mantenerlo con una vida que había perdido toda decencia. Cuando fui consciente de su final, me sentí traicionada.

Abandoné a mi compañero porque tenía la necesidad de dejar atrás todo aquello que me dolía. Nuestra relación estaba perdida ya desde el momento en que él reaccionó de manera diferente hacia nuestro hijo y hacia la enfermedad. En vez de acercarnos, acabamos alienados.

No debiera haber reaccionado de esta manera pero no estaba preparada para semejante dolor. Lo único que quería era volar lejos de la enfermedad, la pena, el desengaño y la muerte.

En ese momento, no sabía que iba a llevar todo esto conmigo alli donde fuera. Si lo hubiera sabido, probablemente hubiera restablecido la relación con el hombre al que más he querido.

Nunca le cargué a él la culpa de ser VHI positivo. No era eso. Los dos nos metimos en la relación sin tomar ninguna precaución y ninguno de los dos sabíamos que él era VIH+. Nadie tiene la culpa.


Despues de la muerte de mi hijo superé el "por qué a mi" y la rabia que acompañaba esta pregunta. Dejé atrás mi tristeza y el impulso fugitivo que me apartaba de la realidad. Me di cuenta de quién era yo y abandoné los planes a corto plazo. El tímido aislamiento del principio era la manifestación externa de una lenta y progresiva evolulción hacia una fuerte autoestima.


En los últimos 12 años encontré algunos hombres interesantes. Tuve tres maravillosas relaciones sentimentales. 3 de los 4 hombres con los que estuve aceptaron el hecho de que era seropositiva. 2 de ellos quisieron casarse conmigo.


Aunque existen muy pocas probabilidades de que un hombre adquiera el virus de una mujer, siempre he hecho el amor de manera muy responsable. De ninguna manera quise sentirme responsable de que a otra persona lo contrajera como le ocurrió a mi propio hijo siendo yo la que tenía un sistema inmune sensible.

He sido seropositiva durante 16 años. Nunca he estado ni me he sentido enferma. Nunca me he considerado seropositiva y como resultado de mi postura, los otros actuaban igual, si bien a veces me trataron con prejuicios. Estuve tomando antiretrovirales por más de 10 años con los únicos efectos adversos de cambios en la silueta de mi cuerpo debido a la lipodistrofia o a sentirme enferma.

Hace más de un año que dejé los fármacos y ¡me siento mejor que nunca!

El comportamiento de mis amigos y de mi familia no ha cambiado para nada y esto me ha ayudado en la creencia de que nada ha cambiado ern mi vida. Al principio, se mostraron enfadados conmigo por mi mala suerte, pero luego sus preocupaciones se desvanecieron al ver como me curaba las heridas.

El ciclo se cerró. La confrontación con mi historia y mi ser han llegado a su fin. Acepté ambas cosas. Incluso, he aprendido a amarme. Cuento aquí mi historia buscando reconciliación, no compasión.

Hubo un momento especialmente luminoso que fue cuando me di cuenta de lo débil que había sido sobrellevando yo sola el insoportable peso de mi pasado. Tratando de hacer frente a la verdad, me obligué a mi misma a aliviarme de ese pasado como esos refugiados que preservan su lengua materna con el fin de no olvidar la tierra donde nacieron, aquella a la que nunca volverán.

Desearía que todo hubiera sido diferente pero no lo fue. No sería la persona que soy ahora.

Todo lo que he hecho, todo lo que ocurrió contribuyo a la evolución a mi presente y a una evolución más sólida hacia mi transformación. Incluso la acciones que nunca repetiría o las actitudes que dejé atrás me formaron drásticamente en la persona que soy hoy en día.

Y testifico que mi historia no es un esfuerzo para justificarme sino para que todos nosotros podamos aliivarnos de tamaña carga.

Vivir con VIH es mi principal experiencia y mi más profunda verdad. No puedo recrear mi vida en la manera que me hubiera gustado que fuera. La vida, desafortunadamente, no es una novela. Siento el impulso poderoso de compartir semejante historia con vosotros
desde una distancia prudente, una distancia que es un imperativo doloroso para la mayoría de nosotros. Espero que otras personas encaren su verdad s través de la mia y así sean aceptados tanto por los otros como por sí mismos.

No olvidar que al reconocer nuestra verdad y libertad en la verdad y en la libertad de los otros, estamos liberando nuestra humanidad.

Como habéis podido observar, yo a los 25 años, lo tenía todo.
Tenía los privilegios que muy pocos pueden alcanzar.
Era ignorante como muchos.
Muy pronto abandoné y perdí casi todo.

No luché contra el mounstruo de mi vida, me burlé de él.

Me convencí a mi misma y a los demás que no iba a ganar.

Pero la verdad es que el VIH no pudo conmigo.
Abandoné para siempre el miedo y la ignorancia.
Gané un nueva vida plena de alegria, concencia e intuición.
Disfruto del regalo de haber renacido de mis cenizas.

No es culpa tuya si el mounstruo hubiera ganado , pero lo que sí te concierne es la lucha contra lo que parece mucho más grande y fuerte que nosotros.
Pero ¿quién puede medir tal dimensión?

La ignorancia, la inseguridad, el miedo. No nos merecemos nada de eso.

La razón de que publique mi autobiografía "no es de vuestra incumbencia", es sólo para informar a la gente joven y, especialmente, a las mujeres, que esto que creen no les concierne pero que deben usar sus derechos para protegerse.

La anterior generación promovió la liberación sexual. Si esta generación quiere disfrutar del amor, debiera ser de manera responsable, siempre usando preservativo para que no gane el VIH y todas sus consecuencias.
Hay que buscar el poder que cada uno lleva consigo para lidiar con la miseria, la alienación, la muerte, la enfermedad y la traición a sus sueños.

Ganando la batalla contra los mounstruos de la vida de cada uno, se gana en autoconfianza y una vida nueva.

Nos respetamos, nos amamos cuando resultamos vencedores en la gran batalla de la vida.
Este es el poder y siento profundamente que he conseguido una vida mejor que nunca.

Gracias por vuestro interés en esta historia que no os concierne.

Traducido del inglés de post publicado el 26.11.08 en http://liamscheff.com/daily/2008/11/23/when-did-you-become-hiv-positive"

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